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Siempre me ha encantado ese momento de la noche en que casi todo el mundo duerme, pero aún se oyen camiones lejanos en la carretera. Y el perro de alguien ladra en un patio trasero a un par de manzanas de distancia. Luego, silencio. Quietud... hasta que pasa otro camión y el perro vuelve a ladrar. Pero hay algo en ese espacio entre tú y el camión. Tú y el perro. Ese espacio nocturno relajante. Es donde te das cuenta de que el silencio, la quietud y la oscuridad tienen su propia melodía. Y es perfecto y encantador.
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